PANTA REI
En las jornadas de equinoccio, mecidas al levante otoñal,
nacen las púrpuras veladas y el alba de sueños convocados.
En las noches frías de octubre, el tácito estío, de cristal
que al aire y al mar viste, es ya un rescoldo de oro ahogado.
Luego el otoño fallece, y de igual manera mortal,
caen en la hélice inexorable la parda y hollada hoja crujiente,
la lluvia maquillada y triste, y la melancolía sideral,
y la luna, con leves trapos, tímida, tapó sus viejos dientes.
¡Cuántas veces habré soñado que como en el devenir de un año,
se extirpen de este mundo las penurias y los crueles infortunios!
¡Que el metal alimente olivos, que la salud persiga al daño!
¡Que el pobre conozca la generosidad de avaros plenilunios!
Que del rumor de un tiempo nuevo muera el inveterado huraño,
y el mundo se ancle tierno, siendo este poema su preludio.